JUNIO EN EL ’93 (Historia de la diversidad en la Ciudad de México en el Siglo XX. Capítulo III)
Por: Eugenia Galeano Inclán
Un buen relato nos transporta a otras dimensiones. No existe límite alguno. Sin preocupación por costos o tiempos, podríamos llegar a cualquier ciudad, playa, bosque, montaña, desierto, incluso a la estratosfera o a otra galaxia. Lo importante para el traslado es que atrape nuestro interés y que no nos concretemos a leer, escuchar o ver, sino que nos dejemos llevar.
Cada vez que abrimos un libro, vemos una película, programa de televisión o acudimos a un teatro, se nos brinda la posibilidad de viajar y la aventura puede resultar fascinante.
El viaje que nos ofrece JUNIO EN EL ’93 no es hacia el exterior sino hacia el interior de un ser humano que dejó una huella indeleble.
Se trata de Alejandro Reyes nacido en 1963, un actor fuera de serie. En 1986 debutó en «¿Duele Marat? P.D. Sade«, para luego participar en «Doble Cara» (1987), «Sexo, pudor y lágrimas» (1991, sustituyendo a Daniel Giménez Cacho), «Mishima» (1993), «James Joyce. Carta al Artista Adolescente» (1994) y «Roberto Zucco» (1995). Quienes lo vieron quedaron impactados por sus cualidades histriónicas.
La formación actoral de Alejandro Reyes le fue impartida por el célebre creador teatral Abraham Oceransky en Xalapa, Veracruz. Alejandro apreciaba mucho a Oceransky y se refería a él como su «sensei«. En 1993 Oceransky convocó directamente a Alejandro para encarnar a Onnagata Mangiku, protagonista de «Mishima«, escrita por Abraham Oceransky inspirándose en obras de Yukio Mishima (1925-1970), novelista, ensayista, poeta, dramaturgo, guionista y crítico japonés. «Mishima» constituyó un rotundo éxito, a partir del cual todo apuntaba a que Alejandro Reyes sería uno de los actores más queridos y admirados en México.|
En 1995 Alejandro Reyes fue llamado para participar en «James Joyce. Carta al artista adolescente» de la autoría de Luis Mario Moncada, bajo la dirección de Martín Acosta, obra entrañable que quedó en la memoria de muchos.
Luis Mario Moncada comenta lo siguiente acerca de Alejandro Reyes, en su blog: «fue su papel en ‘James Joyce. Carta al Artista Adolescente’ el que lo elevó al rango de gran creador. Imposible llegar al resultado conocido sin su sensibilidad y su manejo del lenguaje escénico: él encarnó como nadie al legendario Stephen Dedalus.¨ Al principio Martín y yo pensamos que teníamos una obra ‘elitista’, pero la forma en que Alejandro fue envolviendo al público, trayéndolo a un terreno de intimidad, humor y confesión inédito para nosotros, nos convenció de que la obra aguantaba en todos los espacios y lugares. De hecho no fuimos nosotros, sino la forma en que Alejandro seducía al público la que nos llevó a los rincones más insospechados, desde un auditorio de ciudad Guzmán a la mítica sala La Mamma de Nueva York, pasando por decenas de escenarios y públicos distintos. De su actuación en inglés se podría decir otro tanto; por ahí quedan algunos testimonios en video que dejan ver la fluidez y emoción con la que trabajaba incluso en ese idioma«.
Mientras el éxito profesional le sonreía a Alejandro Reyes, en su vida personal un padecimiento lo desgastaba, toda vez que lamentablemente había sido diagnosticado como seropositivo desde 1988.
Para transmitir las emociones de sus personajes, los grandes actores son seres con un alto grado de sensibilidad. Alejandro Reyes vivía intensamente. Tenía la costumbre de registrar sus sentimientos en una especie de diario, donde plasmaba todo aquello que le sucedía en su día a día, como sus procesos de trabajo, ensayos, descansos, interacciones con sus compañeros o amigos, sus romances, obsesiones, sueños, fantasmas, miedos, anhelos, estados de ánimo. Intituló ese «diario» como «Perdóname Yukio«. En el año de 1996 tuvo a bien entregar ese manuscrito a Luis Mario Moncada y Martín Acosta, con quienes había entablado una estrecha amistad y les pidió que algún día lo publicaran. Poco tiempo después Alejandro partió de este mundo, con tan solo 33 años de edad.
Tanto Luis Mario como Martín son creadores que viven dedicados a su trabajo en forma incansable, sin embargo, no olvidaron a Alejandro Reyes ni su ofrecimiento de publicar el texto recibido. En razón de sus múltiples ocupaciones y también por los engorrosos trámites que antes imponían las editoriales, transcurrieron 25 años hasta que por medio de ediciones Teatro de Arena pudieron imprimir cien ejemplares de «Perdóname Yukio«, con lo cual el compromiso estaba cumplido, pero fueron más allá de la publicación y comenzaron a planear llevarla a escena.
Luis Mario Moncada se dio a la tarea de crear la dramaturgia de JUNIO EN EL ’93, tomando como base «Perdóname Yukio«, mientras que Martín Acosta se ocuparía del montaje y la dirección escénica.
El texto concebido por Luis Mario Moncada es de buena estructura y pleno de matices, captando aspectos de la vida personal y laboral de Alejandro Reyes durante su proceso de trabajo en «Mishima«. El relato es tan vívido y descriptivo que atrapa desde el primer instante y el interés se va acrecentando conforme avanza. El nombre de Alejandro fue cambiado a Junio y hacen referencia a Oceransky como Océano.
Martín Acosta traslada a escena el potente texto de Luis Mario Moncada con toda la esencia de las memorias de Alejandro Reyes, proveyéndoles de una naturalidad asombrosa, logrando situar al espectador en la época y tonos pertinentes para hacerlo sentir que está viendo lo que ocurría en la vida del virtuoso actor. Cuida en extremo todos y cada uno de los detalles. Utiliza su creatividad y experiencia para construir diversos entornos tan solo con el juego y colocación de un par de bancas.
La labor de dirección por parte de Martín Acosta es fantástica, su trazo escénico es firme y riguroso, consigue que su elenco sea homogéneo y el balance de cada acción es el apropiado con un ritmo preciso.
El elenco está conformado por Mel Fuentes (Venus), Miguel Jiménez (Ulises), Baruch Valdés (Junio), y Medín Villatoro (Roberto). Cada uno de ellos entrega cuerpo, alma y corazón, logrando un gran desempeño histriónico, corporal, vocal y de expresión, al interpretar a sus respectivos personajes en forma orgánica y emotiva.
Matías Gorlero prescinde del uso de la tecnología lumínica moderna para realizar el diseño de iluminación a base de luz blanca al estilo de los años noventa con los focos que se acostumbraban entonces. La iluminación lograda es un elemento fundamental para los efectos requeridos en esta propuesta.
La escenografía diseñada por Eva Aguiñaga es sencilla, pero estética y funcional. Sobre un escenario vacío sólo se ven dos bancas largas de madera a las que se dan diversos usos. El biombo de estilo japonés, recubierto de seda, sirve como pantalla donde se ven algunas imágenes provenientes de un proyector de acetatos.
El vestuario diseñado también por Eva Aguiñaga es otro acierto. Las prendas son acordes a la moda noventera. Era clásico que los uniformes o ropa de trabajo se adornaran con vivos en otro color. El kimono que porta Junio luce bello y tradicional. Los demás atuendos permiten versatilidad y aportan color y textura.
El diseño sonoro por parte de Isay Ramírez es muy atinado, la musicalización coadyuva a proveer los distintos ambientes, incluyendo las percusiones básicas realizadas por los integrantes del elenco.
Complementan el equipo creativo: Michelle Menéndez en la producción general; Paulina Montiel en la producción ejecutiva; Fryda Vázquez en la asistencia de producción, y Eduardo Arriola en la asistencia de producción y de dirección..
JUNIO EN EL ’93 es una producción de la compañía Teatro de Arena y presentada por el Centro Cultural Helénico.
Desde mi perspectiva, lo que hace excepcional a JUNIO EN EL ’93 es haber nacido del corazón. Inicia con el profundo amor que Alejandro Reyes sentía por la vida y el teatro, mismo que dejó plasmado en sus memorias, sigue con el cariño, estimación y respeto con los que toman su escritura Luis Mario Moncada y Martín Acosta para llevarla a escena, el inigualable trabajo de todo el equipo creativo y la pasión con la que cada uno de los integrantes del elenco abraza a los personajes al darles vida .
Es muy triste que los sueños y posibilidades de Alejandro Reyes se hayan visto truncados, pero de seguro doquiera que esté se sentirá halagado y feliz con este conmovedor homenaje. JUNIO EN EL ’93 es de esas obras que el espectador se lleva consigo para guardarla en su memoria.
No te quedes sin ver JUNIO EN EL ’93, corre a comprar tus boletos porque sólo restan dos funciones.
Las funciones son presenciales, ten la confianza de que en el Centro Cultural Helénico se observan todas las medidas instauradas por las autoridades de salud, como tapete sanitizante, toma de temperatura, gel para manos y cubrebocas obligatorio. Las superficies del recinto son desinfectadas antes y después de cada función.
JUNIO EN EL ’93
se presenta a las 20:00 horas
martes 30 y miércoles 31 de agosto de 2022 en el
TEATRO HELÉNICO
del Centro Cultural Helénico
ubicado en Avenida Revolución número 1500
Colonia Guadalupe Inn, Ciudad de México
Duración aproximada: 100 minutos
Clasificación: Mayores de 15 años
El costo de la localidad es de $260
Adquiere tu acceso en Taquilla o en la página del Helénico
Agosto 2022