NANA
Por Julieta Carolina Orduña Guzmán
Imagen Teatro La Capilla.
Observar a través de una cerradura, seguir las vicisitudes de una niña y su abuela en una situación límite, en una obra de teatro que se transmite a ravés de una cámara en plataforma zoom, son parte de las experiencias que genera la puesta en escena Nana, llevada a cabo por la compañía La Gorgona Teatro, proyecto avalado por el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC).
Realizar montajes para su transmisión en línea se ha convertido en parte de lo cotidiano, como una manera de rescatar el teatro, mecanismo que han realizado varios de los creadores escénicos debido a la pandemia que a más de año y medio seguimos padeciendo. Y aunque las salas de teatro se han abierto y el público empieza a asistir (con sus reservas) movido por su deseo de experimentar ese mágico e irrepetible contacto que es ver una obra en vivo, los contagios por Covid-19 siguen y por lo tanto el streaming está vigente.
Este es el caso de la producción Nana, que no solo ha tenido sus funciones en este formato, sino que se ha llevado a algunos espacios de manera presencial. Al tener la oportunidad de verla en una sala virtual, mi renuencia a las transmisiones por internet se van desvaneciendo, ya que esta producción está bien trabajada a partir de un espacio cerrado, tipo caja negra, en el que la lente de la cámara (un gran angular) da la perspectiva de un espacio cóncavo donde la actriz de este unipersonal construye un mundo de múltiples matices. La obra engancha desde el inicio por la viva presencia de Dani Crank, con sus ojos expresivos y su capacidad para transmitir con sus gestos y movimientos diversas emociones e identidades.
Una hora, aproximadamente, transcurre de manera suave, relajada, en la cual la actriz pasa de un personaje a otro (niña, mamá, abuela, un personaje imaginario, etcétera). Se ve trabajo detrás de este monólogo, que nos lleva de la sonrisa a la ternura o a la tristeza con mucha soltura y seguridad. Dos temas muy dolorosos son los que aborda: la pérdida de memoria por el Alzheimer, y la despedida de un ser querido y entrañable, difícil de entender por una pequeña.
El Alzheimer es una recurrente preocupación en estos tiempos, ya que cualquier familia puede llegar a padecer este mal entre sus miembros. La dramaturgia y dirección es de José Uriel García Solís, quien ya ha tenido experiencia con otras obras, y quien envolvió a Nana de una atmósfera de amor entre los personajes. La puesta en escena tiene un sentido de juego, donde iluminación, música y escenografía son piezas clave en un desarrollo realista de las emociones y las situaciones, y un manejo del espacio inclinado a lo simbólico. El tema del Alzheimer se aborda de una manera objetiva y hasta un tanto cruda.
“Nana me regaló sus ojos” es una de las tantas frases que alude la actriz, y yo me quedo con esta, ya que enmarca la estrecha relación de dos mujeres que se comunican a través de la mirada. Tuve el agasajo de ver, por medio de mi pantalla, esta historia creativa en su construcción y uso de la tecnología, por parte de Aurelio Palomino (iluminación), Julio Chávez (vestuario) y Rocío Galindo (musicalización).
Interesante será verla en vivo ya sea en un foro o teatro. Su buena factura la hace propicia para subirla a alguna plataforma de cine, documentales y series, para lo cual sería aconsejable reducir el tiempo, sobre todo si se pensara en un público infantil.
Nana, recomendable para toda la familia, corre temporada del 23 de septiembre al 1 de octubre en el Teatro La Capilla, en funciones de jueves y viernes a las 20:00 hrs.