“EL TEATRO ES LA VIDA Y LA VIDA ES UN TEATRO…”: JORGE CORREA

Por Julieta Orduña y Miryam Almanza

 

 

El maestro Jorge Correa, considerado el padre del Teatro Penitenciario, estuvo en Aguascalientes con motivo de la presentación editorial del libro A Escena. Memoria 20 años. En una charla, más que entrevista, nos comentó brevemente su trayectoria teatral y cómo llegó a ser director de teatro penitenciario:

¿Cómo surge la iniciativa de llevar teatro a los reclusorios, a los ceresos, a los centros de readaptación social?

“Yo, como cualquier principiante actor, queriéndose comer el escenario, participaba en una obra dirigida por Édgar Ceballos y Sergio Jiménez, era Alalimón. Resulta que esta obra participó en un festival de Bellas Artes denominado Festival de otoño, organizado por el maestro Héctor Azar. Con ella nos fue muy bien; no llevamos premios, pero sí nos comimos a la crítica considerada la obra como “campeona sin corona”, y el maestro Azar nos dio la oportunidad de tener una temporada en el teatro de Arquitectura, ahora Carlos Lazo, de la UNAM: dimos como 70 funciones. En una de estas, alguien del reparto metió una botella de alcohol, la cual estuvimos tomando desde el principio de la función y conforme se fue consumiendo la botella, la obra fue cambiando de género. Al otro día los actores teníamos que estar en el teatro a las 5:00 p.m. y yo nunca llegué porque me desperté a las 5:30 p.m. y yo tenía el papel principal, el personaje se llamaba “Vapamenos” y así se me quedó el apodo. Yo era un actor valemadrista mexicano. Me vetaron en la escuela de Arte Dramático, pero yo seguí estudiando en otras escuelas y conseguí becas en el extranjero, y tuve la oportunidad de irme a Inglaterra a estudiar al Royal Shakespeare Company, después me fui a París y estudié el vodevil. Me gustaba la comedia musical y después estuve en Barcelona, que fue donde yo me especialicé en la cuestión de la conducta por medio del psicoteatro con una maestra catalana que fue la que me enseñó los trucos en cuanto a la psicología y conducta humana, aparte de haber estudiado la obra shakespeariana, la tragedia. Terminaron los meses que iba a durar en París y finalicé estudiando en Nueva York -en el Living Theater- teatro de calle y teatro viviente.

Llego a México e inicio una película sobre el Che Guevara y me llevé los créditos. Un día llegó a la escuela del maestro Azar y me dice: “Ya siento que te quiero, métete a la dirección”. Circunstancias del destino, ese día me habla Juan Pablo de Tavira, papá de la actriz Marina de Tavira, diciéndome que acababa de llegar de Madrid de haber estudiado su doctorado de criminología y que me quería dentro de su equipo para trabajar en la Procuraduría de Justicia del D.F., y me dan una plaza de bibliotecario; en ese momento, desempleado de teatro, con la cuestión de que yo nunca iba a participar en una obra y me dice Tavira: “Ahora sí estás en lo tuyo, no desmayes, ni flaquees, tu amigo te apoya”.   

Como actor yo me disfrazaba de preso, de beige y con grillete de verdad, y hacía perfiles criminológicos para los estudiantes de la primera maestría de criminología a nivel nacional. Tiempo después me pidieron quedarme como ratón de biblioteca o ir a apoyar a los reclusorios, y decidí ser maestro de teatro en la prisión. Yo desconocía el manejo de la peligrosidad de esos muchachos. 

El primer alumno que tuve fue Gilberto Flores Alavés, un chavo que mató a sus abuelos a machetazos, su abuelo había sido gobernador de Nayarit. Dicen que en el pedir está el dar y cuando me presentaron con Gilberto nos gustó la química de cada quien e hicimos una relación muy interesante, y empezamos el proyecto que se llamó Teatro Penitenciario, y duré 35 años enseñándole el teatro a los criminales. Yo soy el padre del teatro penitenciario en México.

La diferencia entre una persona que está privada de su libertad es porque un juez les echó la culpa: no son todos los que son ni están todos los que están. Hay más maldad aquí afuera que la que hay allá adentro. Ha cambiado el perfil delincuencial de la gente adentro: no se va a comparar un raterillo de carteras o el que roba una casa habitación a un narcotraficante, secuestradores que tienen un perfil fuerte de personalidad, pero en el fondo no dejan de ser seres humanos. Uno los conoce en el laboratorio teatral, en el momento de subirlos al escenario entra su capacidad de psicología y criminología, y demás para delinear y cómo perfeccionar el teatro, porque el teatro es la vida; entonces los confrontas: ellos no le dicen la verdad a un psicólogo o criminólogo, y al estar actuando ya no se dan cuenta y ya les vacías todo el perfil criminológico y se los das a los jueces, al personal especializado de las conductas criminales y eso es el laboratorio de vida llamado Teatro. Ya no se dan cuenta porque ya les trabajaste culpas, miedos, etcétera.”

¿Qué tipo de género u obra empezó con ellos a montar?

“La intención no era formar un grupo de teatro ni poner obras comunes de autores universales, sino hacer el teatro penitenciario con dramaturgia de ellos, que incluyeran el dolor, la pérdida, la culpa, la criminalidad que ellos se atrevan a contar: su historia. Después que estuvo conformada la compañía, sí se prepararon montajes de Moliere, Brecht, Wilde y mexicanos como Carballido.” 

¿Qué presos estuvieron desfilando por esa compañía, que fueran famosos por su criminalidad?

“Personajes desde el que te robó un cambio hasta el Chapo Guzmán, por ejemplo. Caro Quintero, Jesús Arellano Félix. En Cancún tuve a un ruso que mató a una persona porque la sociedad de Quintana Roo lo maltrataba, le gritaban: “loco”, le aventaban piedras a su casa y salió y balaceó a la gente. Si lo analizamos, no hay control de los impulsos y estaba catalogado por su conducta agresiva como una persona peligrosa, pero yo cuando trabajé con él era un pan de Dios. Igual con el Chapo y Caro Quintero que al momento de comunicarme con ellos y manejar sus emociones, te das cuenta que son tranquilos y tienen su parte buena y mala, como cualquiera de nosotros.”

Después de estos 40 años de trabajar con el teatro penitenciario, ¿qué satisfacciones le deja?

“Todas, porque a ese nivel el Teatro es la vida y la vida es un Teatro. No es un teatro de subirse al escenario y contar una historia, aquí se cuenta la vida directa y van las emociones, la carga de vida, de frustración, de terror, de ganas de vivir, de ganas de morirte. Es una gama de emociones que el actor común y corriente no llega a dimensionar por más laboratorio que le quiera meter, hacen un teatro del parecer ser, no un teatro del ser que es el teatro que se hace con la persona privada de su libertad, con el preso, con el reo.”

 

 

¿Y qué hay con los espectadores que los ven, son sus familiares o conocidos de ellos?

“En el laboratorio primero es el autor del tema penitenciario, luego el actor penitenciario; el director que no es penitenciario (porque tampoco se permite que una persona que esté adentro dirija, por la cuestión de manejo de situaciones, ya que ese que tiene el poder como director va a transgredir la nobleza del canijo que se esté atreviendo a comunicar), por eso tiene que ser un director de afuera, y este tiene que tener el talento y tacto para manejar un grupo de esas condiciones y no involucrase ni crear relaciones afectivas para darle en la torre a la armonía de un grupo de allá dentro. El público, por consiguiente, es el espectador de adentro.”

¿En todos los estados existe teatro penitenciario?

“Afortunadamente sí, cuesta trabajo porque los directores son cuadrados, su manera de administrar una prisión no es dar muchas libertades. En la prisión se les trata con golpes, insultos, los castigan y no les dan un ápice de libertad en el manejo de sus emociones y de externar diálogos. Todo ese resentimiento se vuelve agresión y lo que comentan los que dirigen esos reclusorios: “No hagas cultura porque despiertas conciencias, no hagas teatro, igual me queman el lugar”. A ti como director que eres libre pensador y vienes a dar ideas de libertad pues no te aceptan.

Hemos tenido la fortuna de participar en el Festival Cervantino, se graba la obra, la escenografía y el espacio penitenciario se convierte en un teatro. Se dan fragmentos de la obra con rostros velados, por seguridad, y ese material se puede encontrar en las redes, en el WhatsApp, Google, como teatro penitenciario de Jorge Correa.”

La labor social que está haciendo el teatro está llegando a muchos rincones, ¿no?

“Tristemente en el país es un pesito a la cultura y eso te dicen las autoridades: no hay dinero, e igualmente sucede en el teatro. Muchos de los presos tienen dinero, ya que son personajes muy especiales, pero cómo le vas a dar poder a aquel que está adentro y tiene poder adquisitivo y entonces viene el autogobierno, que a nivel federal no se permite. Hay una gran desventaja entre los centros estatales que son los municipios de todas las entidades federativas y con tres pesitos hacen el milagro, y a nivel federal ya hay algo de apoyo para hacer algo de más calidad.”

¿Qué recomendaciones u observaciones les da a aquellos directores que quieran incursionar en el teatro penitenciario?

“El Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU), que hace investigaciones sobre los personajes involucrados en el fenómeno teatral, me mandaron llamar para que fuera a la Escuela Nacional de Teatro de Bellas Artes a capacitar a los muchachos respecto a mi tarea, mi labor que realicé durante 35 años. Todo actor novel que quiere pisar un escenario debe tener en cuenta que esta carrera es de resistencia y hay varios niveles: el teatro experimental, el comercial, el universitario, el clandestino y el de vómito (porque lo hay), ya que no tiene el nivel de compañías que se exigen como Veracruz, Querétaro, Guanajuato, que hay unos movimientos teatrales increíbles.

Ahora hago teatro comunitario (de barrio de migrantes), teatro con sexoservidoras, con personas discapacitadas: hacer un teatro de servir y no servirte de. Mi método se llama Sistema Teatral de Readaptación y Asistencia Preventiva. El teatro es un detonador de libertades, porque realmente la personalidad, la conducta delictiva, criminal del individuo, cambió.”

 

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